la necesidad de no ser olvidado
Joz, era un chico que presumía de vivir el momento, de no enfocarse demasiado en el pasado, y menos en el futuro. Sin embargo llego el día de partir, entonces tuvo que despedirse de alguien a quien amaba.
“Era lo suficientemente simpático para ser apreciado, lo suficientemente divertido para llamarlo a una fiesta, lo suficientemente discreto para contarle cualquier problema”. Así lo describía Leonor, su mejor amiga.
Fue ella quien cuando dijo “Por favor no te olvides de mí”, desafío las ideas de Joz. Le pedía anclarse un poco a su pasado, (aún presente al momento de la despedida). Y él deseaba hacerlo. Tras pensarlo mucho, dijo, haciendo parecer que era una frase sin pensar: – Por favor no te olvides de mí.
Entonces, en el tiempo que dura un abrazo, se preguntó a sí mismo; ¿Por qué deseo recordarla?, ¿Por qué deseo que me recuerde?, ¿por qué necesito pedir que no se me eche al olvido?
Pensando pesimistamente supuso que al principio la extrañaría mucho, luego un poco menos, después un poco, luego sólo un poco, al cumplirse un año de la partida mucho, y después realmente muy poco. En ese momento que puso atención a su pensamiento, entendió que el extrañar es gradual. Mientras que el recuerdo es persistente, lo más seguro era que jamás la olvidaría, ni ella a él.
– ¿A caso lo que realmente queremos decir es que no nos dejemos de extrañar? Pienso que eso es más difícil, y sería triste. Ambos tenemos un nuevo inicio a partir de este final. Y creo que todo puede ir bien, incluso mejor.
Ella no pensaba tanto, sólo se ocupaba de estar cómoda y feliz entre los brazos de su amigo por última vez. Exactamente lo mismo que pasó por la cabeza de su amigo, llegaría a su mente unos días después.
No siempre estamos listos para las despedidas, no siempre planeamos extrañar a los que se van, no siempre queremos recordar o ser recordados, quizá un adiós consista en un reflejo, o en amor verdadero que deja ir y luego se arrepiente, quizá es más sencillo todavía.
Lo realmente misterioso es la necesidad de pedir no ser olvidado, incluso prometer que no se olvidará, cuando poco tiene la voluntad que ver con eso.
– Poco hay que pueda decir amiga, nada te he ocultado. Y no comenzaré ahora, jamás te olvidaré, y es que esa decisión no está en mis manos. Pero me ocuparé de evocar una sonrisa sincera, y quizá hasta una carcajada o una lágrima cuando tenga ocasión de pensar en vos. Estarás presente en mi afecto siempre que suene una canción genial de las que nos reuníamos a escuchar los martes, y en los momentos difíciles serás un hermoso pilar.
– Cuando encienda un cigarro, cuando escuche un chiste malo (dijo entre sonrisas y llanto aún entre los brazos de Joz), cuando desee caminar con alguien de la mano, te extrañaré, pues es un poco más voluntario que recordar, así como vos harás. Y si llega el día en que no sepa como extrañarte, te extrañaré mucho más.
Las despedidas hacen surgir el miedo, la tristeza por lo que no se hizo y dijo, también el deseo de no olvidar y no perder el amor; La petición de no ser olvidado. Joz y Leonor llenaron con el tiempo y nuevos colegas los espacios libres de sus agendas, procuraron no dejar de extrañarse. Al final el chico que no deseaba cargar con nada, puso en su maleta el amor de su amiga junto al de su Dios y su familia. Entraban y salían preocupaciones, alegrías y responsabilidades de su equipaje pero jamás, el amor. Por voluntad y amor, no hubo nunca oportunidad para el olvido.