christian y el tijuano
Guadalupe Samanta Yaquelin, Yaki para los cuates, originaria y residente del Estado de México, era la mayor de cinco hermanos, tres de ellos asistían a la primaria y uno más al kínder, ella asistía a la secundaria. Del promedio de los cinco no se sumaba un 32.
Montse una linda tapatía de la misma edad de Yaki, destacaba en ajedrez, voleibol y matemáticas, en conducta y modales, en honestidad y en retórica.
Para la graduación de secundaría los padres de Montse no podían con tanta emoción, como se dice, no cabían de esa bella combinación de alegría con orgullo en su hogar. Y a la salida de Yaki, ésta no podía cargar con su hijo y recibir los papeles al mismo tiempo, no cabía ya su familia en la casa.
A los veintitrés años, Yaki pedía trabajo por todos los locales con su papel de preparatoria trunca y su niño, a quien urgía limpiarle la nariz. A la misma edad Montse comenzaba su pasantía en una universidad de gran renombre en donde esperaba convertirse en una gran investigadora, ahí mismo conocería a su gran amor, Gilberto, un colega muy simpático.
A los veintisiete años, Montse logró posicionarse como una investigadora de planta en la Universidad, y concretó el matrimonio que un par de años antes había planeado y deseado con Gilberto. Tras mucho meditar, decidió embarazarse. La cara de los suegros se iluminaba y dejaba ver que realmente los hijos son un regalo del cielo que llegan como bendiciones a complementar el ciclo de la vida.
A la misma edad, Yaki continuaba buscando empleo, cansada de ser despedida y/o rechazada por sus malas referencias y su descuidado aspecto, a veces sólo ocupaba los días en gritar a su hijo y a sus sobrinos. Su madre era ya un manojo de nervios que terminaría por morir sólo un poco después.
En el cumpleaños 15 de Christian, hijo de Montse y Gilberto, se había completado la planeación financiera, de manera que estudiaría en la mejor preparatoria de la ciudad. Donde por cierto, triunfó con un proyecto de gran relevancia nacional y obtuvo una beca para cursar la universidad en Finlandia.
Paralelo a la graduación de secundaria de Christian, José Yonatan Yandel, hijo de Yaki cumplía los 27 años e incursionaba por tercera vez en su hazaña de “cruzar pa’l otro lado” siendo que milagrosamente salió vivo de las dos primeras, parecía un acto suicida de enorme valor. Aun así, fracasaría esa vez… y la siguiente…
Christian al cumplir la mayoría de edad, se graduaba con honores de la preparatoria, trayendo más alegría a la familia. Antes de partir a Madrid, debía presentarse a un evento de premiación en el D.F., como reconocimiento al proyecto sustentable que desarrolló durante la preparatoria y que beneficiaría a muchas localidades del país.
Curiosamente, cerca de ahí, José Yonatan Yandel, trabajaba con sus colegas, especialistas en asalto, extorsión y manejo del menudeo de drogas en los barrios vecinos. Sus contactos le informaron que había un “gordo”, con un par de centenarios encima, así que lo seguiría el resto de la mañana hasta que por descuido o curiosidad terminaron en una calle propiedad del Tijuano (apodo que se atribuyó Yonatan Yandel por sus incursiones a la frontera), al cruzar por un folklórico mercado, Montse, Gilberto y Christian fueron retenidos en una esquina.
Con navaja en mano y en la agitación de la cocaína y las metas, el Tijuano les pidió los centenarios que supuestamente se habían recibido en la premiación, la familia impotente, negó el supuesto. Mucha gente del lugar y otra ajena veían la escena en medio del mercado, sin sorprenderse ni ocuparse en intentar ayudar, hasta los policías que observaban esto estaban un poco asustados. Un par de guardias de las oficinas de gobierno intentaron ayudar al embestir al asaltante permitiendo que el matrimonio pudiera alejarse del altercado, pero no Christian… de un puesto de jitomates se paró la seño Yaki y miró a su hijo asesinado por los guardias gritando tantas groserías que de inmediato los primos del Tijuano saldrían hasta de las coladeras para descuartizar a los guardias de seguridad, del otro lado Montse quedó inmóvil, los ojos se llenaron de lágrimas y calló al piso con enorme fuerza, deseando jamás tener que levantarse de nuevo, tres heridas habían causado a su hijo, pero incontables las que los chicos del barrio le harían a ella tendida en el piso y a su marido que intentaba detener la matanza. En menos de seis horas el Chanclas, sobrino de Yonatan Yandel sería designado por doña Yaki para dirigir los negocios, ella aún atiende el mismo puesto de jitomates en el mercado.
Al siguiente día, la nota del periódico fue tan breve y trivial que me tomé el atrevimiento de narrar la noticia completa. Quizá es mi amor tremendo al periodismo, o mi temor inmensurable a la humanidad el que hace una denuncia...