D e s c u i d a
– Quiero ser lo que ella quiere tener.
– ¿Es ella la razón?
– No. Aunque pudiera parecer así, ¡es sólo que ella tiene tan buen gusto! En definitiva no lo hago por ella, ni para ella. Pero no puedo negar que…
– ¿Tratás de convencerme?
– No. Es sólo que vos al no creerme, pretendés con disimulo que te convenza. No todo lo que se hace es para los demás, a veces hay que invertir en uno mismo sabés, como si fueras un producto.
– Así, vos querés convertirte en un producto que ella quisiera tener, pero no para ella… ¿se trata entonces sólo de ti?
– Se resume así amigo mío: Quiero a alguien como ella, pero no a ella. Respecto a que me creas o no, es irrelevante por completo, si vos decidís apoyarme poco habrían de importar mis motivaciones, aún si mi deseo fuese saltar al mar con un kilo de plumas atado a mis tobillos, y entonces pidiera por tu ayuda, sólo esperaría un sí o un no. Para qué habrías de regañarme, para qué intentarías salvar a quien no quiere ser salvado, ir contra la voluntad de un amigo es una falta de respeto.
– Oye tranquilo, un kilo de plumas no pesa tanto.
– ¡Tonto!, ¡Cuando éstas se han mojado su peso se incrementa casi al doble!
– ¿El doble?... el doble no es mucho…
– ¿Con que así piensas?, podés decirme ¿cuál es el doble de la mitad del infinito, hombre?
– No, no, no lo sé…
– ¿Y el doble de la mitad de una vida?, ¿de tu vida?
– Una vida entera, mi vida entera… Pero basta, déjate de esas cosas, dime qué tiene que ver todo esto con que ahora quieres convertirte en algo más.
– Bueno, en realidad sólo quiero saber me apoyarás o no, aclaro que no me interesa tu opinión respecto a cuestiones intrínsecas amigo.
– Me quitas todas las buenas cartas para este juego, mira que no poder cuestionar tus banales motivos, ni comentar que se asoman por ahí todos tus complejos y ni hablar de la lucha que inicias contra la mediocridad que te caracteriza e identifica, pero si de respeto se trata me salto la diversión y te cuento que sí te apoyaré.
– Hombre, muchas gracias.
– Es más, te apoyaría aún si quisieras saltar al mar con un frijol atado a tu tobillo.
– Tranquilo que el peso de un frijol no representa gran peligro…
– ¡Tonto!, ¡Cuando se ha mojado, aún sin tierra su tamaño se incrementa hasta cinco veces!
– ¿Cinco veces?... ¿y eso es mucho?
– Se nota que no estudiaste el resto de los capítulos. Puedes ir a misa con total devoción una vez al día cierto, pero, ¿podrías ir cinco veces?, puedes hacer el amor a una chica con total excitación un par de ocasiones, pero ¿podrías ir cinco veces?, podrías pasar una noche en vela en el danzón, pero no podrías cinco veces…
– Cierto, es muy caro... Pero déjate de cosas tan avanzadas, ahora que sé que cuento con tu apoyo. Quiero saber en qué momento contaré contigo.
– Puesto que no puedo profundizar, mi apoyo será estrictamente superficial. Porque enseñar a quien no quiere aprender, y cuestionar a quien se sabe desconoce la respuesta, aún con la intención de mostrarla después e ir en contra de la voluntad de un amigo es una falta de respeto.
– Veo que te he limitado en este juego.
– Así lo has propuesto.
– Y a tu comodidad no has ofrecido una mano extra, cuando claramente es el morbo por resaltar mis trivialidades el que te lleva al chantaje y al uso sarcástico de mis palabras.
– ¿Es que acaso como tu amigo no puedo preocuparme sinceramente por tus asuntos?, ¿no ves que sigo tus condiciones casi absurdas, sólo por nuestra amistad?, ¿no ves en el sarcasmo una sonrisa sincera como las de antes?, ¿no ves tu perpetua cara larga?
– Es justo eso, ahora suenas como ella. ¿Por qué no me dicen las cosas con claridad?, por qué necesitan invadir mis pensamientos, meterse en mi vida, cuestionar mis motivos. Por qué no simplemente me encuentro con ayuda incondicional.
– Hombre, eres tú quien siempre se encarga de inventar estúpidas condiciones a la ayuda que alguien te ofrece. Y cada vez es más difícil intentarlo.
– Veo que no eres mi amigo, y que no sabías el valor del doble, y que te burlas de la ayuda que te pido. Veo que juegas con la ironía cuando es un asunto tan serio. Veo que no haces lo que te pido, como lo pido y por eso no eres más mi amigo.
– Como tu amigo, intenté que vieras por ti mismo que tu compulsión por convertirte en alguien más se origina justo por lo que ella odia de ti: tu soberbia. Tu incapacidad de dejar que alguien más gane una batalla, tu frustración por no tener siempre la razón y la rabia de encontrarte con una pregunta para la cual no tienes respuesta. Tu capacidad de eliminar la diversión de cualquier juego con tus malditas reglas y tus miedos, tus tantos y tantos miedos. Un poco de humor y de apertura hubieran cambiado todo. A saber hombre, justo lo que ella quiere, es tu opuesto: ella me quiere a mí.
– Yo… yo… yo quiero a alguien como ella… pero no… a ella…yo… quiero ser lo que ella quiere tener… pero… no por ella…ni… para ella…
– Descuida.